
Distimia o trastorno distímico
Dentro de los trastornos depresivos encontramos la distimia. Se caracteriza por un estado de ánimo depresivo sin que haya padecido nunca un episodio depresivo.
¿Qué es la distimia?
La distimia es el estado depresivo prolongado en que la persona, aunque no llega a cumplir los criterios de un episodio depresivo, presenta bastantes síntomas depresivos. Son síntomas muy parecidos a los de la depresión mayor, pero menos graves y más sostenidos en el tiempo.
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Es un problema muy común y motivo de consulta frecuente en psicología. Dada la presencia de sus síntomas se puede considerar como un trastorno depresivo crónico; y, por tanto, requiere un tratamiento específico atendiendo a su cronicidad.
Características del trastorno distímico
Según el Manual de Criterios Diagnósticos desarrollado por la Asociación Americana de Psiquiatría, el trastorno distímico se caracteriza por un estado de ánimo crónicamente depresivo la mayor parte del tiempo o de los días durante al menos dos años. Durante este periodo de tiempo, la persona no ha debido estar libre de síntomas más de dos meses seguidos; y no ha presentado ningún episodio depresivo mayor.
Además, la persona debe presentar pérdida o aumento de apetito; insomnio o hipersomnia; falta de energía o fatiga; baja autoestima; dificultades para concentrarse o tomar decisiones; y/o sentimientos de desesperanza.
Es normal que todos, en algún momento nos sintamos tristes o molestos; sin embargo, en la distimia, estos sentimientos duran demasiado tiempo e interfieren en las relaciones sociales, en el trabajo y en la vida diaria de las personas que la padecen.
No se conoce con exactitud porque surge el trastorno distímico. Las investigaciones refieren que las causas suelen ser similares a las de la depresión. Puede originarse por causas bioquímicas por el efecto deficiente de los neurotransmisores implicados en el estado de ánimo. Del mismo modo, se defiende la idea de que haya una causa genética; o incluso, que surja como consecuencia de causas ambientales que pueden afectar a la vida de las personas.
Síntomas más habituales de la distimia
Son diversos los síntomas que presentan estas personas. Muchos son parecidos a los síntomas de la depresión. Sin embargo es importante recordar que en la distimia se manifiestas de una forma más leve.
Entre los síntomas más habituales se incluyen: perdida del interés por las actividades diarias; sentimientos de tristeza; desesperación; falta o ausencia de energía; fatiga o cansancio; baja autoestima, dificultad para concentrarse; problemas o dificultades para tomar decisiones; excesiva autocrítica; rabia excesiva; disminución en el rendimiento y la productividad; evitación de actividades sociales; sentimientos de culpa; falta de apetito; comer de forma excesiva (hiperfagia); y/o problemas de sueño.
La intensidad de los síntomas puede variar con el tiempo. Sin embargo, incluso en momentos en los que estos síntomas son de baja intensidad, a las personas les resulta difícil ser optimistas, o incluso felices.
En definitiva, estos pacientes se describen como desanimados; con pérdida de interés; dificultad para disfrutar y relajarse y aumento de la autocrítica. Se ven a sí mismos como poco interesantes o inútiles; con un sentimiento de baja autoeficacia, que a menudo no se corresponde con la realidad; así, limitan su contacto social a lo imprescindible y evitan el afrontamiento de situaciones cotidianas que les parecen conflictivas.
Tratamiento de la distimia
Debido a la persistencia de síntomas motivacionales y cognitivos que presenta el trastorno distímico; y a que sus principales repercusiones se manifiestan en la adaptación personal, familiar, socio-laboral, etc., en tratamiento no debe centrarse en el uso exclusivo de fármacos.
A pesar de la gran eficacia que presenta el tratamiento con antidepresivos, suelen quedar síntomas residuales que es importante trabajar con otro tipo de intervenciones. En el trastorno distímico persisten emociones y patrones conductuales disfuncionales (baja autoestima; falta de motivación; pobres habilidades de comunicación; etc.). Estos estilos disfuncionales y desadaptativos actúan como un círculo vicioso; es decir, son causa y consecuencia de la persistencia del malestar subjetivo y de sus repercusiones en los diferentes ámbitos de la vida de la persona. Es por esto, que es necesario el desarrollo y aplicación de estrategias terapéuticas específicas que permitan identificarlos y modificarlos.
El tratamiento cognitivo conductual es considerado como una intervención que posibilita estos aprendizajes y cambios. De este modo el tratamiento psicológico va dirigido al alivio de síntomas; disminución de la probabilidad de recaídas; y la mejoría del funcionamiento social.
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