
Los trastornos de la personalidad
La palabra “personalidad” tiene muchos significados, que van a cambiar según el contexto en el que se utilicen. En nuestro día a día, nos referimos a la personalidad para definir tanto el modo de ser que nos parece valioso o atractivo (“tiene mucha personalidad”); como para indicar carencia de valor, autonomía o de valores que consideramos importantes (“no tiene personalidad”).
El estudio de la personalidad
El estudio científico de la personalidad humana es una de las áreas de investigación psicológica más importante y con mayor tradición. Son muchas las definiciones de la personalidad. Sin embargo, la mayoría de los especialistas coincide en recalcar la complejidad de la personalidad humana; y en incluir en su concepto un amplio y variado conjunto de características que se ponen de manifiesto en una variada gama de situaciones y contextos, con los cuales interaccionan y que hacen que la persona sea ella misma y no otra, sean cuales sean las circunstancias de la vida en las que se encuentre. Así pues, una de las características clave es el hecho de que permanece relativamente estable a lo largo de toda la vida. Y este elemento vale tanto para caracterizar a las personalidades sanas como a las trastornadas.
¿Qué es un trastorno de personalidad?
Cuando hablamos de una personalidad patológica, anormal o trastornada, hacemos referencia a todo el modo de ser del individuo. No sólo a aspectos concretos o parciales. Es decir, cuando hablamos de trastorno de la personalidad nos referimos a que el modo de ser habitual de la persona es enfermizo, patológico o anormal. Ya sea porque no es el modo de ser más frecuente de las personas en su entorno; ya porque no se ajusta a lo que cabría esperar del sujeto teniendo en cuenta su contexto sociocultural, su formación; etc.
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Por tanto, la característica diferencial de estos trastornos frente a otros es su omnipresencia. Es decir, que las anomalías del individuo se hacen patentes en un amplio rango de comportamientos, sentimientos, experiencias internas; y, además, en circunstancias muy diversas. Como consecuencia a esto, la persona presenta un repertorio de conductas limitado, reiterado e inflexible (en el sentido de que cambia muy poco en función de las demandas y las situaciones). Esto les hace muy vulnerables ante el estrés; entendiendo por estrés una situación nueva que requiere el desarrollo de nuevas estrategias para afrontarla.
Por último, es importante tener en cuenta que aunque estos trastornos provocan sufrimiento y malestar en el propio individuo (o en quienes le rodean), no suele haber conciencia de enfermedad; o ésta se limita a unos pocos aspectos. O lo que es lo mismo, la persona no es consciente de que su modo de ser es la causa fundamental de su malestar o de los problemas a los que debe enfrentarse. Por esta razón, es difícil que las personas con trastornos de la personalidad busquen por sí mismas ayuda psicológica. Son los otros o las circunstancias sociales, las que empujan o fuerzan al individuo a solicitar algún tipo de ayuda.
Clasificación de los trastornos de personalidad
Existen diversas clasificaciones de los trastornos mentales. Las más utilizadas con la clasificación realizada por la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM); y la Organización Mundial de la Salud (CIE). Ambas clasificaciones incluyen formas de comportamiento persistentes y extremadamente arraigadas en la persona que se manifiestan como modos estables de responder a múltiples situaciones de carácter individual y social.
Los trastornos de personalidad comprenden 10 o 9 entidades según el DSM o la CIE, respectivamente. En concreto, en la DSM aparecen agrupados en tres hipotéticos conjuntos, establecidos sobre la base de ciertas similitudes clínicas.
El primer grupo se cataloga como el de los sujetos con personalidad franca y manifiestamente extraña, rara o inusual. Incluye las personalidades paranoide, esquizoide y esquizotípico.
El segundo grupo incluye cuatro trastornos: antisocial; límite; histriónico; y narcisista. La inestabilidad emocional extrema y las dificultades para controlar los impulsos serán los elementos comunes al grupo.
El tercer y último conjunto contempla tres trastornos: evitativo; dependiente; y obsesivo-compulsivo. Éstos presentan un nivel de ansiedad y/o miedo exagerados; motivado en buena medida por el temor a perder el control en un sentido genérico.
Personalidad Paranoide
Este trastorno se caracteriza por una desconfianza generalizada e injustificada hacia los demás. Estas personas son especialmente vulnerables a la presión social y al estrés. Sus estrategias para afrontar una situación estresante son escasas e ineficaces. Por ello, pueden experimentar crisis psicóticas breves, con síntomas similares a la esquizofrenia; o desarrollar trastornos mentales como depresión mayor, trastorno obsesivo compulsivo, agorafobia, trastornos secundarios al abuso de alcohol o drogas, y, por supuesto, una esquizofrenia o un trastorno delirante.
Estos sujetos son recelosos de los motivos de los demás. Dan por sentado que se les intenta hacer daño, explotarles o engañarles. De este modo, pueden cuestionar sin justificación, la lealtad o fidelidad de sus amigos o compañeros sexuales y son reticentes a confiar en los demás por temor a que la información pueda ser utilizada en su contra.
Personalidad Esquizoide
Este trastorno se caracteriza por un fracaso profundo de la capacidad o habilidad de relacionarse con los demás. El rasgo principal del esquizoide reside en la conducta de alejamiento de los contactos sociales. Además, presentan una capacidad restringida para la expresión de los sentimientos en situaciones de interacción con otras personas. Es por esto que, generalmente, se muestren fríos emocionalmente y con una afectividad restringida.
Tienen pocas relaciones sociales o no desean relacionarse con los demás; y, por tanto, son extremadamente insociables. Prefieren estar solos; y, con frecuencia, crean y elaboran un mundo fantástico en el cual se refugian y que es un sustituto de la pobre dinámica relacional que mantienen con los demás.
Trastorno de personalidad Esquizotípico
Las personas esquizotípicas experimentan trastornos cognitivos diversos y distorsiones perceptivas; se comportan de una manera excéntrica; y son socialmente ineptas y ansiosas. Sus distorsiones no son coherentes con las normas de su grupo socio-cultural de referencia; suceden con cierta frecuencia; y constituyen un componente importante y generalizado de sus experiencias personales cotidianas.
Como es lógico, estas distorsiones están estrechamente relacionadas con el comportamiento extraño y excéntrico característico del trastorno. Estas personas, por ejemplo, pueden hablar solas en público; hacer ademanes sin razón aparente; o vestir de forma peculiar o desaliñada. Su lenguaje es a menudo extraño o idiosincrásico; y su afectividad es, en extremo, restringida o inapropiada.
Personalidad Antosocial
La característica comportamental típica de este trastorno es un patrón duradero de conductas socialmente irresponsables, que se evidencia antes de los 15 años. Asimismo, se refleja desconsideración hacia, despreocupación por, y vulneración de los derechos de los demás.
Entre sus características básicas, se encuentran la falta de interés o preocupación por los sentimientos de los demás; carencia de remordimientos por el daño que pueden causar; incapacidad para aprender de la experiencia; escasa tolerancia a la frustración; irritabilidad y tendencia a no reconocer la propia culpa o responsabilidad, atribuyéndola a terceros.
Personalidad Límite
Estas personas se caracterizan por la inestabilidad y ambivalencia en prácticamente todos los ámbitos de su vida. El resultado de la intrusión constante de estos dos elementos en la vida cotidiana de la persona es la presencia de actitudes cambiantes, emociones erráticas o carentes de control, comportamiento caprichoso y poco fiable.
Son personas impulsivas, impredecibles y, a menudo, explosivas. Son personas cuya presencia no resulta cómoda ni agradable a los demás, porque se sienten como si estuvieran la borde de un desastre inminente. Pueden presentar grandes cambios de su estado de ánimo; sienten angustia y desesperación; se ofenden con mucha facilidad por cualquier asunto sin importancia; y es muy fácil que se sientan provocados por cualquier motivo. Son caprichosos y se lamentan continuamente por el estado ruinoso en que se encuentran sus vidas; se sienten faltos de cariño o no queridos en absoluto y son cabezones e inmaduros.
Trastorno histriónico de la personalidad
El rasgo central es una excesiva preocupación por la atención y la apariencia. Estas personas pasan la mayor parte del tiempo reclamando atención y mostrándose atractivos. Sus deseos por parecer atractivos pueden conducirles a mostrarse inapropiadamente seductores o a vestirse de forma provocativa y a presentar un comportamiento de coqueteo, a la par que sus deseos de atención pueden conducirles a conductas llamativas o a exhibir un aspecto dramático de sí mismos.
Todas estas características reflejan la inseguridad subyacente que estas personas tienen respecto a su valía en otro rol que no sea el de “compañero atractivo”. Tienden a realizar descripciones exageradas y generales de los demás y de las situaciones o experiencias; no atienden a detalles ni a los hechos; y les cuesta mucho realizar análisis críticos razonados de los problemas o situaciones. Con frecuencia presentan depresión, problemas somáticos de origen desconocido; y tienen una amplia historia de decepciones en sus relaciones sentimentales.
Personalidad Narcisista
Se caracterizan por su grandiosidad, la necesidad de ser admiradas y la incapacidad de empatizar con los demás. Sobrevaloran su valía personal en cuanto a sus capacidades, cualidades, logros, etc. O cualquier otra faceta, lo que con frecuencia le conduce a jactarse de ello y a sentirse herido cuando no se reconoce su valía en los términos que espera.
Estas personas se encuentran casi constantemente preocupadas por fantasías de éxito, poder, brillantez, belleza, etc. Se consideran superiores, únicas, especiales y esperan que los demás les traten en consecuencia con su situación. Demandan en demasía elogios y admiración. Esperan recibir un trato especial, por lo que pueden pensar que sus necesidades tienen prioridad sobre las de los demás.
Personalidad Evitativa
Presentan conductas de inhibición en situaciones de interacción social; sentimientos de inadecuación; y sensibilidad excesiva a los juicios negativos que puedan hacer sobre él. Esto le lleva a hacer todo lo posible para no tener que realizar actividades que supongan relacionarse con otras personas por miedo a ser criticado o rechazado.
Les resulta difícil abrirse a los demás por temor a sentirse avergonzados o ridiculizados. Son extremadamente sensibles a la desaprobación en contextos interpersonales; y pueden sentirse heridos por cualquier leve crítica. Debido a sus sentimientos de inferioridad y a su temor a ser rechazado, se muestra tímido, retraído e inhibido en situaciones sociales novedosas, sobre todo con personas desconocidas.
Personalidad Dependiente
Reúne como aspectos definitorios la necesidad generalizada y desmesurada de ser cuidado por los otros. Esto da lugar a una conducta de sumisión, apego y miedo a poder perder el apoyo y protección de los demás. A la persona le resulta extremadamente complejo tomar decisiones cotidianas sin el consejo de otras personas. Permite que los demás adopten las decisiones y asuman responsabilidades en áreas importantes de su vida. Cuando discrepa de las opiniones de los demás, suele ocultar los sentimientos de desacuerdo por temor a ser abandonado.
Le resulta muy difícil planificar actividades o hacer cosas por sí mismo, puesto que no confía en sus propios recursos personales. Su deseo de apoyo de los demás puede llegar al extremo de realizar tareas desagradables, incluso soportar malos tratos, si esto le permite conservar las atenciones que cree precisar. Su dependencia también se traduce en que cuando finaliza una relación importante, busca sin demora otra persona que pueda ocupar el lugar de la anterior y que le ofrezca el apoyo que necesita.
Trastorno Obsesivo Compulsivo de la Personalidad
Son excesivamente ordenados, pulcros, puntuales, organizados y meticulosos. Estos rasgos, que en principio pueden ser considerados virtudes dejan de serlo en estas personas porque en realidad su excesiva preocupación por el orden, el perfeccionismo o el control mental o interpersonal impiden la puesta en marcha de otros rasgos tales como la flexibilidad y la apertura a nuevas experiencias.
Cuando realizan una tarea están tan extremadamente pendientes de las reglas, normas, listas, horarios, formalidades, etc., que pueden llegar a perder de vista el objetivo principal de su actividad, y confundir lo que en realidad son aspectos formales de la tarea con la tarea e sí. La tendencia al perfeccionismo les lleva a ser cuidadosos, a verificar reiteradamente que su trabajo esté adecuadamente realizado, y a descartar errores, lo que da lugar a que les resulte difícil concluir las tareas a su debido tiempo.