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Memoria y olvido

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Memoria y olvido

A medida que aprendemos, almacenamos en la mente una representación de la información en forma de recuerdos. Cuando recordamos, estamos recuperando esa información. Sin embargo, hay cosas que las recordamos mejor que otras; y, muchas veces, necesitamos alguna pista para evocar un recuerdo especial.

El estudio de la memoria

Las investigaciones de Ebbinghaus

Uno de los primeros autores en centrarse en el estudio de la memoria fue Hermann Ebbinghaus. Éste psicólogo alemán comenzó memorizando listas de palabras y comprobando cuantas podía recordar. Creó 2300 silabas sin sentido con el patrón consonante-vocal-consonante. Una vez agrupadas en listas, leía la lista una y otra vez hasta que podía recitar una serie con rapidez y sin errores. Hizo listas más o menos largas e iba anotando el tiempo de aprendizaje y olvido.

Ebbinhaus
Ebbinghaus advirtió que cuando pensamos que hemos aprendido algo, al día siguiente vemos que hemos olvidado la mayor parte. Además, demostró que recordamos mejor las cosas si nos tomamos tiempo para aprenderlas. También comprobó que es más difícil aprender listas aleatorias de números o palabras que lo que tiene significado; y que tendemos a recordar el comienzo o el final de una serie mejor que la parte media.

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Con respecto al olvido, encontró que tardaba más en olvidar las listas que había pasado más tiempo memorizando; y que cuanto mejor se reproduce lo aprendido es justo después del aprendizaje. Sin embargo, descubrió que se olvida muy rápidamente durante la primera hora, y luego algo más despacio. Es más, después de 24 horas se han olvidado dos tercios de cualquier cosa que se haya memorizado.

El efecto Zeigarnik

Años más tarde, los psicólogos empezaron a estudiar cómo afecta la fidelidad con que recordamos algo al cómo y cuando lo aprendemos. Bluma Zeigarnik estaba preparando su doctorado cuando su profesor, Kurt Lewin, le dijo que había observado que los camareros recordaban mejor los pedidos de las personas que todavía no habían pagado que de aquellos que ya lo habían hecho. Intrigada, diseño un experimento. En él, los participantes debían hacer puzles sencillos y se les interrumpía durante la mitad de la actividad. Después se les preguntaba qué recordaban de las tareas.

A los participantes se les hizo más fácil recordar detalles de los puzles interrumpidos; independientemente de que se les hubiera dado la oportunidad de terminarlos. Zeigarnik razonó que, como los pedidos de los camareros, si una tarea todavía no se ha cerrado, queda en la mente. Por este motivo, es importante tener en cuenta que, en los estudiantes, por ejemplo, se retiene más la información si pueden hacer pausas mientras estudian.

Los estudios de Tulving

Para los psicólogos cognitivos como Zeigarnik, la memoria es un sistema de procesamiento de información. Es decir, se habían centrado en el proceso de almacenamiento de la información y en sus posibles fallos. Sin embargo, Tulving distinguió entre dos procesos distintos (almacenamiento y recuperación). Además, explicó la relación entre ambos. Gracias a sus investigaciones, se dio cuenta de que, al parecer, existen varios tipos de memoria. A pesar de que ya se había establecido la diferencia entre memoria a corto plazo y a largo plazo, pensó que había más de un tipo de memoria a largo plazo. Se dio cuenta de que había diferencias entre los recuerdos basados en el conocimiento (datos y hechos) a la que denominó memoria semántica; y los basados en la experiencia (vivencias y conversaciones), a la que denominó memoria episódica.

Tuving
Sus experimentos probaron que la organización de la información semántica contribuye a la eficacia del recuerdo. Y lo mismo parece ser cierto para la memoria episódica. La diferencia está en que los recuerdos semánticos se organizan por temas en categorías; mientras que los episódicos se organizan en relación a la circunstancia concreta en que se almacenaron. De hecho, cuanto más intensa se la asociación entre los recuerdos autobiográficos y las circunstancias en que se almacenaron, más accesibles serán.

¿El estado de ánimo ayuda a recordar?

De este modo, también el estado de ánimo nos puede ayudar a recordar algo. Según Gordon Bower, los acontecimientos y emociones se almacenan juntos en la memoria. Y afirma que nuestros recuerdos están especialmente ligados al estado de ánimo del momento. Así, identificó la “recuperación dependiente del estado de ánimo”. Si aprendemos algo mientras estamos tristes, lo recordaremos mejor cuando volvamos a estar tristes. Bower también describió que la emoción influye sobre la información que seleccionamos. Si estamos contentos, tendemos a detectar (y recordar) cosas positivas; si estamos tristes, las cosas negativas nos llaman la atención y las recordamos más fácilmente. Además, averiguó que las personas tristes recordaban mejor los detalles de una historia triste que las que estaban contentas cuando la leyeron; concluyendo que la memoria episódica está especialmente vinculada a las emociones.

En esta línea, Roger Brown llamó recuerdos en flash a los ejemplos extremos de recuerdos dependientes del estado de ánimo. Este término fue acuñado para referirse a un tipo especial de memoria autobiográfica que hace que las personas den una explicación muy gráfica y detallada del momento en que sucedió un acontecimiento de alta carga emocional. Brown argumenta que los hechos relevantes en el plano personal o cultural activan una memoria biológica especial que crea un recuerdo permanente del suceso y de las circunstancias que lo rodearon. Casi como una fotografía podemos ver dónde y con quién estábamos y qué hacíamos cuando escuchamos noticias impactantes como un atentado terrorista o la muerte de un familiar o amigo.

A veces la memoria nos traiciona

Sin embargo, la memoria nos traiciona con frecuencia: hay cosas que estamos seguros de haber guardado en la memoria pero no conseguimos recordar, como el nombre de alguien famoso o la respuesta a una pregunta sencilla de un examen. Otras veces, recordamos algo erróneamente, aunque creamos que estamos en lo cierto.

Uno de los mayores problemas de la memoria es que recibe tanta información que no es capaz de almacenar todo lo que experimentamos. Debido a esta gran cantidad de información que nos llega, la mente decide que alguno de esos recuerdos son basura y deja que los más antiguos, se vayan borrando. Este sistema funciona bien la mayor parte del tiempo, sin embargo, a veces, nos damos cuenta de que se ha almacenado cierta información que necesitamos en un sitio al que nos resulta difícil acceder. Por eso, no recordamos lo que necesitamos en un momento determinado o solo recordamos una parte, o confundimos la información.

Los pecados de la memoria

Daniel Schacter cree que el olvido es una función importantísima en la memoria humana y, por tanto, necesaria para su funcionamiento. Schacter enumera siete razones por las que falla la memoria a las que denomina lo “pecados de la memoria”. Considera los tres primeros como pecados de omisión o de olvido, y los cuatro últimos como pecados de comisión o de recuerdo. Cada uno de estos pecados puede conducir a un tipo de error a la hora de recuperar la información.

pecados de la memoria
Este autor observó que existen diversos motivos para no recordar cosas. A veces, sabemos que sabemos algo, pero no podemos recuperarlo; otras veces, creemos recordar algo y en realidad estamos confundiendo varios recuerdos. Hasta la memoria vívida de un acontecimiento se puede mezclar con otra, y por eso nuestro recuerdo es diferente de lo que en realidad sucedió. Además, nuestros recuerdos pasados están influidos por cómo nos sentimos y pensamos ahora.

En general, solemos recuperar recuerdos con bastante exactitud, especialmente de cosas que para nosotros son importantes. Donde nos equivocamos es en los detalles. Elizabeth Loftus, realizó un experimento para estudiar esto. Mostró a varias personas una película de accidentes de coche y les preguntó a qué velocidad “topaban”, “colisionaban” o “chocaban”. La elección del verbo determinaba la estimación de la velocidad.

Sus estudios demostraron que, muchas veces, recordamos cosas de manera inexacta aunque creamos que son correctas. Hay factores como preguntas orientadoras, nuestras emociones y hechos posteriores que afectan a la forma en que recordamos sucesos traumáticos como presenciar un delito o un accidente de tráfico. Loftus ha llegado a cuestionar la validez del testimonio en los juicios. Más discutible aún, también ha hablado de los falsos recuerdos de algunas personas que dicen haber sido maltratados de niños. Esta autora no niega ni la existencia de delitos como el abuso a menores, ni la de recuerdos reprimidos, simplemente, se limita a señalar que los recuerdos recuperados no son fiables y que, por lo tanto, es necesario buscar pruebas que los corroboren.

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