La conciencia es la capacidad que tenemos para conocer nuestras experiencias y las del mundo que nos rodea; junto a la posibilidad de darse cuenta de la realidad interior y exterior.
La conciencia parece poseer unas características básicas que pueden verse modificadas por diversas situaciones:
Dentro de la conciencia, además, se incluye la capacidad de orientarnos en el tiempo y en el espacio; así como la memoria o entender y conocer nuestro estado de humor.
Cuando estas características están mermadas, aparecen cuadros clínicos muy concretos.
Las alteraciones de la conciencia pueden adoptar formas muy diversas. La conciencia, como hemos visto es un conocimiento del conocimiento propio. Cuando una persona no es capaz de responder adecuadamente a ciertos estímulos, se encuentra bajo los efectos de una alteración de la conciencia.
Podemos encontrar cuatro tipos de trastornos: Trastornos del déficit de conciencia; los trastornos del estrechamiento de la conciencia; trastornos productivos de la conciencia; y las alteraciones positivas.
Se caracterizan porque la persona no es capaz de despertar del sueño; orientarse de manera adecuada en el espacio y en el tiempo; ni para responder adecuadamente a los estímulos sensoriales. Estos problemas varían en función del grado de alteración.
Se caracteriza por la dificultas de mantener la alerta y la atención, a pesar del esfuerzo de la persona. La somnolencia de la persona varía dependiendo de la estimulación verbal o física.
Cuando la alteración es más profunda, no resulta tan sencillo sacar a la persona de su estado. Y cuando se hace, el paciente se muestra confuso y desorientado.
En este estado la persona está permanentemente distraída, y pueden aparecer distorsiones en la percepción visual y auditiva.
Este término se utiliza para describir a aquellos pacientes que solo pueden alcanzar un ligero estado de alerta ante estímulos muy potentes. Lo más llamativo en estos casos es la inmovilidad de la persona. Hay una suspensión extrema de los movimientos voluntarios y de la mímica.
En estos casos, el cerebro no responde a la estimulación y desaparecen los reflejos. Existe una ausencia total de conciencia y la persona no responde a estímulos dolorosos.
Se caracterizan por una ruptura en la continuidad del flujo normal de las ideas, pensamientos, percepciones, etc. Parece que hay una conducta automática ya que hay una desconexión entre lo cognitivo y la conducta.
Se describen como un estado de “ausencia”, en el que el paciente está confuso, perseverativo (es decir, repite automática y continuamente palabras o acciones) y lento. La persona no está somnolienta, pero tampoco da la sensación de estar despierto del todo
Se caracteriza por la existencia de dos o más personalidades, una de las cuales toma el control de la conducta de manera recurrente.
Son las alteraciones de la conciencia que dan lugar a la aparición de estructuras alucinatorias y de contenidos alejados de la realidad.
El paciente es incapaz para distinguir lo real de lo imaginario. De esta manera, la persona confusa verbaliza contenidos imaginarios parecidos a los de un sueño, intercalados con momentos de lucidez.
Hacen referencia a alteraciones de algunas de las propiedades de la conciencia.
La hipervigilia es el prototipo de estas alteraciones. La hipervigilia hace referencia a la exaltación de las bases neurobiológicas de la atención y la alerta. No deja de ser una mezcla de síntomas provenientes de la esfera sensorial, motora, cognitiva y afectiva, que da la sensación subjetiva de “claridad mental”.